En Patzcuaro (México) se celebró el Primer Congreso Indigenista Americano, fue el 19 de abril de 1940 y a partir de allí esta fecha pasó a ser el día del aborigen americano, hoy denominado Día de los Pueblos Originarios. Esta iniciativa de la OEA trató en principio de rescatar las culturas precolombinas que se desarrollaron en nuestro continente.
Pero, lo verdaderamente indudable es el crecimiento que lograron en los últimos tiempos las investigaciones científicas, ya sea desde el punto de vista histórico, como arqueológico, sociológico o antropológico, de las culturas originarias. Esto ha permitido cambiar la óptica que desde un principio era del conquistador, para que hoy no queden dudas del atropello feroz al que fueron sometidos los pueblos de este lado del Atlántico a través de un proceso de siglos de aculturación y transculturación.
Fue así que quedó en evidencia el verdadero objetivo de la conquista y la posterior colonización por parte de los europeos; ese no era otro que la apropiación, por el medio que fuera, de las riquezas de nuestro continente.
Armas de hierro y de fuego, caballos, violaciones, crímenes y enfermedades contagiosas (viruela, sífilis, gripe) bajo la excusa de la fe cristiana, fueron utilizados para diezmar y en algunos casos extinguir poblaciones. No se llevaron las pirámides de Chichen Itza porque no pudieron, pero los metales preciosos (principalmente oro y plata) que saquearon, sirvieron para alimentar e naciente capitalismo europeo del siglo XVI.
En el camino quedaron el ayllu incaico, que permitía atender desde el estado las necesidades alimenticias de los más necesitados; la defensa y el cuidado de la Pachamama (Madre Tierra), conservando con cuidado la matanza de animales (solo viejas), la siembra de múltiples variedades de papas por el sistema de camellones de los aymaras; las chinampas (islas flotantes) de los aztecas; los conocimientos astronómicos de los mayas; las terrazas de cultivo de los incas, y hasta los principios morales y el respeto, violados por los conquistadores.
Los pueblos originarios distaron mucho de ser una prioridad para nuestros gobiernos a lo largo de todo el siglo XX. Recién con la reforma constitucional de 1994 se comenzó a cambiar esta tendencia, ya que en su artículo 75 se incluyó entre las responsabilidades del Congreso Nacional el reconocimiento de la preexistencia étnica y cultural de los pueblos originarios, el derecho y respeto a su identidad, como así también a una educación bilingüe e intercultural. Reconociendo a su vez la personería jurídica de sus comunidades, la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocuparon; entre otros de sus derechos. Pero pese a los esfuerzos realizados, los pueblos originarios de nuestro país siguen contándose entre los sectores más vulnerables de la sociedad, siendo víctimas de innumerables situaciones de discriminación cotidiana.
Actualmente son 24 las comunidades aborígenes que habitan Argentina: Toba, Pilaga, Mocovíes, Diaguita, Calchaquí, Mapuche, Wichi, Guaraníes, Coyas, Chiriguano, Tehuelche, Vilela Mestizados, Chorote, Huarpe, Comechingones, Pampa, Ranquel, Querandi, Ona, Mataco, Chane, Quilmes, y Chulupí.
Toda América celebra esta fecha recordando a quienes habitaron nuestro territorio antes de la llegada de los blancos, e imprimieron a la tierra las primeras esencias culturales que, mezcladas a las de los colonizadores europeos, dieron como consecuencia nuestras realidades actuales.
Desde nuestro lugar, debemos respetarlos, valorar su cultura, sus valores, sus costumbres y aprender de ellos, que supieron mantener el legado de sus antepasados durante siglos, y que aman y respetan a la Madre tierra como su infinita benefactora.
Fuentes:
periodicoeloeste.com.ar
suteba.org.ar
imagen:
patriagrande.org.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario