Para poder potenciar el turismo gastronómico, sin alterar el patrimonio que pertenece a la sociedad, es indispensable generar nuevas metodologías y sistemas desarrollados para proteger el principal recurso tangible que proviene de la tierra (que se complementa con los intangibles) y varía de acuerdo a cada estación del año, incluso, hay mas incontrolables negativos al proveerlo la naturaleza como posibles sequías, lluvias abundantes o desastres naturales. Como sabemos las comunidades locales en su mayoría no cuentan con las instalaciones adecuadas para poder prevenir esto, por lo que los riesgos que corre un agricultor para recuperar su inversión (cuyo plazo estimado son 10 años) son muy graves, lo que es una de las razones del abandono del campo principalmente en los países subdesarrollados. Por lo anterior antes de planificar un posible producto gastronómico que pueda convertirse en un atractivo turístico, se deben planificar cadenas cortas de distribución, en los cuales la producción local es considerada dentro de la canasta básica y que solo al haber un excedente, complementado con técnicas, utensilios, recetas y otros componentes patrimoniales de la comunidad tangibles e intangibles que lo hagan singular y atractivo, se pueda considerar el venderlo a turistas y visitantes gastronómicos, siempre y cuando la mayoría de las personas de la comunidad estén convencidas. De lo contrario al no tener asegurada la producción del consumo local y la del excedente para el consumo turístico, se puede propiciar escasez o afectación del medio ambiente al sobre trabajar las tierras o incrementar el consumo de especies animales en peligro de extinción.
En concreto si no existe este sistema de cadenas cortas de distribución con excedentes de producción, no se puede generar un plan local o regional de gastronomía turística, el cual traería terribles impactos negativos para las comunidades. Por el contrario al existir sistemas como alternativas necesarias ante la improvisación en el desarrollo del turismo gastronómico, se pueden incrementar los desplazamientos cortos o largos de visitantes nacionales a localidades del interior de sus países con fines gastronómicos, son los más frecuentes en cualquier país del mundo aportando una gran gama de beneficios al producto interno bruto turístico y principalmente al producto interno bruto nacional.
Por lo anterior, consideramos que la originalidad de la cocina tradicional mexicana y la de cualquier país del mundo; por su diversidad; su capacidad de cohesión social y de transmisión de hábitos, valores y conocimientos a lo largo del tiempo, que le dan una profunda sedimentación en la sociedad y constituyen la esencia de su tradición, pueden documentarse ampliamente y justificar su reconocimiento como parte del patrimonio cultural intangible (UNESCO) que es necesario proteger de los grandes conglomerados trasnacionales en esta vorágine de la globalización.
Antonio Montecinos,
Doctor en Turismo especialista en investigación y planificación de restaurantes, hoteles, servicios, rutas, productos y destinos gastronómicos y turísticos sostenibles.
Fuente: https://cegaho.wordpress.com
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