El caso de Gualeguaychú y Fray Bentos
El caso de Gualeguaychú y Fray Bentos resulta muy interesante, un escenario fértil para el despliegue de emociones y racionalidades diversas, pleno de oportunismo político y de los otros, un rosario de vanidades y diplomacia desatado por un conflicto singular, la oposición de un pueblo a la instalación de una pastera sobre el Río Uruguay. Y no es casual que me refiera al tema como el caso de ambas ciudades, de ambos pueblos, es absolutamente deliberado, ya que es necesario evitar el riesgo de demonizar a priori a una de las dos orillas.
Por mi formación de grado me veo tentado a sumarme a algunas racionalidades técnicas, pero intentaré evadir esa vía simplista y ver el todo como algo superador de la multiplicidad de partes que se debaten, algunas con más hidalguía que otras, en este conflicto internacional.
Trataré de hacerlo a modo de ejemplo que permita ilustrar esta nueva disyuntiva de la sostenibilidad fuerte y débil que nos ocupa en este momento, algo que le dé visibilidad a aquello que, como tantas otras cuestiones neoparadigmáticas corren el albur de ser carne de horca de la academia y saber a nada al común de la gente.
Al fin de qué sirve un gran debate académico, y la proliferación de papers si no somos capaces de difundir estas ideas de manera crítica, ponerlas en debate e implementar los medios de apropiación por parte de los pueblos para que podamos entonces usar herramientas para hacer realidad estas cuestiones extravagantes del desarrollo sostenible, guiados por una visión construida de manera participativa.
Por supuesto que el común de la gente de Gualeguaychú desconoce estas cuestiones formales de la sostenibilidad, y sin embargo el conflicto aparece como un claro ejemplo de la disyuntiva fuerte-débil. Porque al fin se trata del dilema de qué tipo de desarrollo se plantea para una determinada región, ni más, ni menos que eso.
Si pudiéramos focalizarnos en la confrontación industrialización clásica (pastera) versus desarrollo turístico sostenible, entonces nos encontraríamos con un buen ejemplo. Construir la pastera, con tecnologías aparentemente de bajo impacto, cumpliendo regulaciones y generando riqueza, seria un modelo de sostenibilidad débil. Si, por otro lado, evitáramos su instalación y siguiéramos con el exitoso modelo de turismo de Gualeguaychú, un destino consolidado, podríamos pensar que estamos frente a un modelo de sostenibilidad fuerte, que basa su éxito en el cuidado del ambiente. Es esto lo que sucede en Gualeguaychú actualmente? Ese parece ser un tema que debe ser profundizado, pero parece razonable pensar que esa es la idea de la comunidad, dado el tipo de consignas y la virulencia de la oposición a la instalación de la empresa Botnia sobre el Río Uruguay.
Claro que esto no pone en debate la escala regional y fronteriza de la sostenibilidad, relacionada con el proceso de desarrollo que la comunidad de Fray Bentos y el pueblo uruguayo decidan llevar adelante, lo que hace que el tema sea de extrema complejidad.
Será, por ahora, un modelo ejemplar para analizar qué significa, en la práctica, el dilema de la sostenibilidad fuerte o débil.
La mina de Esquel
El caso de Esquel en la Provincia de Chubut parece ser otro buen ejemplo. El proceso que culminó con la suspensión de la instalación de la mina de oro bajo el argumento de la contaminación que produciría sobre agua y suelo, con sus derivaciones en la disminución en la calidad de vida de la población, me parece evidente.
Esquel es un destino de naturaleza, puerta de acceso al Parque Nacional Los Alerces, uno de los más bellos del país, pródigo en paisajes naturales de belleza excepcional, y refugio extraordinario de especies de flora y fauna.
La lógica aplicada en este caso parece ser inapelable; un destino que ha sido exitoso por su patrimonio natural, decide no poner en riesgo ese proceso de desarrollo por uno más incierto que puede, de todas maneras, seducir en el corto plazo por la generación inmediata de empleo y riqueza.
La consulta popular del año 2003 resultó un fracaso para los partidarios de la mina, ya que el voto contrario cosechó un 80 % de adhesión. En la actualidad continúa el movimiento de rechazo, e incluso existen procesos judiciales iniciados por los socios locales de la minera canadiense Meridian Gold, contra algunos miembros del movimiento que se opone a su instalación.
Se podría concluir que en el caso de Esquel, la relación con el dilema de la sostenibilidad fuerte y débil es más claro aún que en el caso de Gualeguaychú, debido al hecho de que el primero tiene una larga tradición de destino de naturaleza consolidado, que permite a la comunidad tener una mayor visibilidad de las consecuencias del deterioro ambiental para el éxito económico del destino.
Fabián Román
El caso de Gualeguaychú y Fray Bentos resulta muy interesante, un escenario fértil para el despliegue de emociones y racionalidades diversas, pleno de oportunismo político y de los otros, un rosario de vanidades y diplomacia desatado por un conflicto singular, la oposición de un pueblo a la instalación de una pastera sobre el Río Uruguay. Y no es casual que me refiera al tema como el caso de ambas ciudades, de ambos pueblos, es absolutamente deliberado, ya que es necesario evitar el riesgo de demonizar a priori a una de las dos orillas.
Por mi formación de grado me veo tentado a sumarme a algunas racionalidades técnicas, pero intentaré evadir esa vía simplista y ver el todo como algo superador de la multiplicidad de partes que se debaten, algunas con más hidalguía que otras, en este conflicto internacional.
Trataré de hacerlo a modo de ejemplo que permita ilustrar esta nueva disyuntiva de la sostenibilidad fuerte y débil que nos ocupa en este momento, algo que le dé visibilidad a aquello que, como tantas otras cuestiones neoparadigmáticas corren el albur de ser carne de horca de la academia y saber a nada al común de la gente.
Al fin de qué sirve un gran debate académico, y la proliferación de papers si no somos capaces de difundir estas ideas de manera crítica, ponerlas en debate e implementar los medios de apropiación por parte de los pueblos para que podamos entonces usar herramientas para hacer realidad estas cuestiones extravagantes del desarrollo sostenible, guiados por una visión construida de manera participativa.
Por supuesto que el común de la gente de Gualeguaychú desconoce estas cuestiones formales de la sostenibilidad, y sin embargo el conflicto aparece como un claro ejemplo de la disyuntiva fuerte-débil. Porque al fin se trata del dilema de qué tipo de desarrollo se plantea para una determinada región, ni más, ni menos que eso.
Si pudiéramos focalizarnos en la confrontación industrialización clásica (pastera) versus desarrollo turístico sostenible, entonces nos encontraríamos con un buen ejemplo. Construir la pastera, con tecnologías aparentemente de bajo impacto, cumpliendo regulaciones y generando riqueza, seria un modelo de sostenibilidad débil. Si, por otro lado, evitáramos su instalación y siguiéramos con el exitoso modelo de turismo de Gualeguaychú, un destino consolidado, podríamos pensar que estamos frente a un modelo de sostenibilidad fuerte, que basa su éxito en el cuidado del ambiente. Es esto lo que sucede en Gualeguaychú actualmente? Ese parece ser un tema que debe ser profundizado, pero parece razonable pensar que esa es la idea de la comunidad, dado el tipo de consignas y la virulencia de la oposición a la instalación de la empresa Botnia sobre el Río Uruguay.
Claro que esto no pone en debate la escala regional y fronteriza de la sostenibilidad, relacionada con el proceso de desarrollo que la comunidad de Fray Bentos y el pueblo uruguayo decidan llevar adelante, lo que hace que el tema sea de extrema complejidad.
Será, por ahora, un modelo ejemplar para analizar qué significa, en la práctica, el dilema de la sostenibilidad fuerte o débil.
La mina de Esquel
El caso de Esquel en la Provincia de Chubut parece ser otro buen ejemplo. El proceso que culminó con la suspensión de la instalación de la mina de oro bajo el argumento de la contaminación que produciría sobre agua y suelo, con sus derivaciones en la disminución en la calidad de vida de la población, me parece evidente.
Esquel es un destino de naturaleza, puerta de acceso al Parque Nacional Los Alerces, uno de los más bellos del país, pródigo en paisajes naturales de belleza excepcional, y refugio extraordinario de especies de flora y fauna.
La lógica aplicada en este caso parece ser inapelable; un destino que ha sido exitoso por su patrimonio natural, decide no poner en riesgo ese proceso de desarrollo por uno más incierto que puede, de todas maneras, seducir en el corto plazo por la generación inmediata de empleo y riqueza.
La consulta popular del año 2003 resultó un fracaso para los partidarios de la mina, ya que el voto contrario cosechó un 80 % de adhesión. En la actualidad continúa el movimiento de rechazo, e incluso existen procesos judiciales iniciados por los socios locales de la minera canadiense Meridian Gold, contra algunos miembros del movimiento que se opone a su instalación.
Se podría concluir que en el caso de Esquel, la relación con el dilema de la sostenibilidad fuerte y débil es más claro aún que en el caso de Gualeguaychú, debido al hecho de que el primero tiene una larga tradición de destino de naturaleza consolidado, que permite a la comunidad tener una mayor visibilidad de las consecuencias del deterioro ambiental para el éxito económico del destino.
Fabián Román
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